sábado, octubre 25, 2003

Quiero comenzar por mostrarles algo que escribí hace ya algún tiempo. Surgió cuando comenzaba la última guerra de los Balcanes y pretendía ser la introducción a un escrito más extenso sobre la historia de esa zona del mundo... Hacía ya varias horas desde aquel miserable contratiempo. Luego del impacto todo fue una rápida perdida de altura y ese tremendo golpe al tocar suelo. Lo más desconcertante debe haber sido el olor. Estar allí en medio de esa fantástica pieza de tecnología hecha añicos y ese extraño olor a aceite que lo impregna todo. Horas después lo que parecía imposible estaba ocurriendo; las cosas empeoraban. Luego de ser tomados como rehenes por los serbios, los tres soldados eran mostrados al mundo por CNN. Efectivamente aquella súper nave se había estrellado y lo único que quedaba de ella eran tres muchachos golpeados, maltrechos y terriblemente asustados. En sus caras había terror. Llevaban cinco horas de haber sido capturados. Cinco largas horas de haber entrado a la guerra. En los estudios de CNN en Atlanta el director de transmisión tomaba un último sorbo de café e inmediatamente sacaba del aire a Belgrado y pasaba, en Bruselas, al cuartel general de la OTAN. El portavoz Jamie Shea trataba de explicar al corresponsal del Washington Post que, aunque la situación de los jóvenes soldados era delicada, una comisión de la Cruz Roja Internacional solicitaría a Belgrado se les tratase según los acuerdos de la Convención de Ginebra. Inexplicablemente esto tranquilizó las preocupaciones en la sala. Por supuesto, Milosevic podría cometer genocidio asesinando a miles de kosovares, pero jamás se atrevería a tocar un cabello de la crema y nata de Pensacola. Entretanto Aitana Sánchez Aizcorbe, de CNN, reportaba desde Albania la grave situación en la frontera con Kosovo. A sus espaldas quinientos nuevos refugiados llegaban luego de ocho días de camino. En una de las carretas una mujer estaba por dar a luz. En su vientre traía a Josep y en su cara el terror, y la guerra. Un detalle más llama mi atención ¡Aquella gente estaba llegando a caballo! Mujeres, niños y ancianos estaban llegando en carretas de madera tiradas por caballos. Los refugiados de la última guerra del siglo veinte escapan a caballo. ¡Ahhh! Dice Josip y el caballo se interna en un estrecho camino con tiendas de campaña a cada lado. Su nieta se queja un poco y enseguida es bajada de la carreta por el doctor Felipe Altuna, de Médicos sin Fronteras. Ahora Josip puede descansar. A sus noventa y tres años ya no puede hacer más. Es llevado a una carpa con otros ancianos y trata de descansar. Había venido al mundo en 1906, creció con la guerra y está a punto de morir con ella. En 1906 todo era ebullición en los Balcanes. El imperio Otomano moría. Quinientos años de historia se consumían en luchas internas y desacierto políticos. Los Jóvenes Turcos imponían su voluntad y lo que comenzó con aires renovadores terminó desencadenando una serie de acontecimientos cuya última consecuencia sería la Primera Guerra Mundial. Los Balcanes siempre han estado allí. Las naciones que lo forman siempre han jugado el mismo papel geopolítico, ser el muro de contención de los problemas entre Oriente y Occidente. Por su suelo han desfilado todos los conquistadores. Griegos, romanos, turcos... todos han visto en esta zona (por su ubicación suficientemente al sur de las frías tierras rusas) el paso lógico para sus tropas. Fue desde allí donde el macedonio Alejandro Magno partió a la conquista de su imperio y fue allí donde la última invasión turca fijó sus fronteras. Por eso en esa zona se ha acumulado toda la diversidad étnica, cultural, religiosa y económica de Europa, y quizás del mundo. En los años anteriores a la Primera Guerra “convivían” en el área de los Balcanes: Griegos, Eslovacos, Eslovenos, Rumanos, Albaneses, Croatas, Turcos, Tártaros, Serbios, Vlaches, Búlgaros, Magiares y Eslavos Macedonios. Todos ellos diferentes y con deseos de independencia. Por esta razón, cuando el imperio Austro-Húngaro se anexó los territorios de Bosnia y Herzegovina una ola de indignación recorrió los Balcanes...