miércoles, febrero 04, 2009

DECLARO TENER UNA UTOPIA

Declaro tener una utopía, pero permítante comenzar a hablarles de ella tocando un tema que afecta a mi país, Venezuela. El tema no podría ser otro que la reelección indefinida que está planteando el presidente Chávez. Como todos ustedes saben no comparto el proyecto político de este buen hombre, pero voy a intentar tratar el tema de la forma más respetuosa posible dado que este mensaje lo envío también a amigos chavistas. Respetarnos ahora parece imposible, luego de habernos insultado tanto y de haber denigrado tanto los unos de los otros; pero esto no siempre fue así. Cuando Chávez logró la presidencia hubo una época inicial de respeto y reconocimiento. Lo recuerdo haciendo tremendos esfuerzos por validarse ante la intelectualidad venezolana. Sus primeros discursos estaban plagados de citas de autores de culto sobre el tema social. En esa época me causaba cierta compasión su esfuerzo, porque en el fondo sentía que él no era ese personaje; además, no tenía forma de lograr el objetivo de calar como un intelectual de izquierda. La intelectualidad y los medios no tardaron en rechazarlo y luego se perdió el diálogo para nunca más recuperarse. Ocurrió la llamada radicalización en ambos bandos, al punto que ahora esa falta de flexibilidad parece un valor y no como una terrible debilidad de nuestra nación. Demasiadas ideas para tan poco idealistas. Definitivamente Chávez no es Fidel, no es Lenin, no es el Che, no ha escrito un libro, ni ha desarrollado una teoría de absolutamente nada; pero el tipo es venezolano. Es como un aceite esencial arrancado a esta tierra, producto de nuestras frustraciones, de nuestros males, de nuestros resentimientos, de nuestras miserias y quisiera pensar también que producto de algunas de nuestras grandezas. Venezuela ha sido un país de grandes hombres y también de hombres muy pero muy pequeños. Ha sido una historia muy corta la nuestra, pero llena de acontecimientos. Llena de momentos para el recuerdo y llena también de momentos para el olvido. Desde Bolívar en Angostura hasta el presidente Lusinchi dejando para la posteridad su “tú a mí no me vas a joder”. Casi todos estos hombres parecían grandes en su momento. Muchos fueron amados, elogiados y adulados sin merecerlo. Tomemos al presidente Lusinchi como ejemplo; ¿alguno de ustedes recuerda que al terminar su presidencia tenía uno de los más altos niveles de aceptación que presidente alguno en la historia venezolana? Carlos Croes lo hizo posible, su ministro de propaganda, su Goebbels. Este genio no reconocido de la comunicación, hizo de ese presidente un fenómeno. Tan amado fue que, si las leyes lo hubiesen permitido, probablemente hubiese sido reelecto indefinidamente. De su maquinaria de propaganda, recuerdo aquella anciana centenaria de la cuña de televisión diciendo con sus ojos llenos de lágrimas aquel emocionado “gracias señor presidente”. Años después ese mismo presidente es reconocido, y creo que todos coincidimos, como uno de los peores episodio de la historia democrática venezolana. En este punto creo que ya adivinan porque considero que la reelección es un error. Sin embargo, es algo mucho más complejo que la intención de no dejar que se mantenga como presidente a un hombre que pudiera valerse del dinero del Estado y la propaganda para preservarse en el poder. Yo me pregunto ¿qué hace a un hombre o mujer un buen o mal presidente? ¿Serán las obras? En ese caso, un buen presidente ¿se mide en la cantidad de edificios públicos que se construyeron durante su gestión? ¿Se mide en puentes, en trenes, en satélites? Según eso Lusinchi no fue tan malo y Carlos Andrés fue buenísimo. Más aún, según eso el dictador Marcos Pérez Jiménez sería el mejor de todos. Tengo la impresión que no es eso. ¿Será entonces que si el presidente permite que los recursos naturales beneficien a sus ciudadanos, entonces se convierte en un buen presidente? ¿Tendríamos que contar eso? Tampoco lo creo, porque entonces Carlos Andrés sería un héroe nacional. Hay que recordar que nacionalizó la industria del hierro y del petróleo. Con todos los peros que deseen ponerle, no se puede ser tan mezquino e ignorar que lo hizo, además en plenos años 70. Un mundo muy diferente al actual siglo XXI donde un periodista puede lanzarle dos zapatazos al presidente de los Estados Unidos y vivir para contarlo. En todo caso, no creo que Carlos Andrés haya sido un buen presidente porque ese tipo de nacionalismo tampoco es suficiente para considerar al alguien un buen presidente. ¿Y sacar a su pueblo de la pobreza? ¿Será eso acaso, lo que permite calificar de bueno a un presidente? Por supuesto estamos de acuerdo en que un buen presidente debe crear las condiciones para que la gente salga de la pobreza, pero cómo. El cómo es lo más importante. Si eres de un país muy rico podrías regalar plata a los pobres. Podrías dar colchones, neveras, inclusive regalar casas. Pero me temo que sólo tendríamos esclavos que negocian sus votos a cambios de compotas. ¿Acaso no han visto a esta gente en televisión? “Yo voté por usted señor presidente ahora le exigimos la casa que nos prometió”. Yo sí los he visto, inclusive en la televisión del Estado. ¿Recuerdan el clientelismo del Imperio Romano? Que buen invento ese en el que hasta los esclavos eran felices. Dale a la gente pan y circo y olvidarán que fuera de eso no son más que esclavos. Pero, el Imperio Romano no cayó por una rebelión de esclavos, cayó y eso es discutible, por las faltas de sus gobernantes. Entonces un buen presidente debe crear las condiciones para acabar con la pobreza y crear y mantener una sociedad de hombres libres e independientes. Estamos de acuerdo.

Pero ¿quién es libre? ¿Es sólo un asunto de dinero? ¿Eres libre si tienes mucha plata? ¿Eres libre si dejas de ser pobre? En todo caso ¿es lícito sacar de la pobreza a la gente sin hacerla libre, sin liberarla de la mano del que provee, llámese patrón o Estado? ¿El Estado es bueno sólo por el hecho de dar? ¿Puede el Estado depender de un solo hombre? ¿Y si ese hombre muere? Con un hombre solo al frente del Estado no deberíamos entonces preguntar qué es el Estado sino quién es el Estado. Es justo recibir ahora la misma respuesta que en el siglo XVII “l'Etat, c'est moi”, el estado soy yo. ¿Acaso ha servido de algo la historia? ¿Sabemos historia? La Libertad es un asunto importante entonces, también estamos de acuerdo en esto. Pero, qué es la libertad. Supongamos que alguien proyecta una nación y la pinta toda de un solo color; si la mayoría decide que ese color es bueno ¿tengo yo la libertad de estar en desacuerdo y escoger un color distinto para mi casa, mis ideas, mi forma de ser, en fin para lo que deseo ser? Somos libres si el Estado no provee de un espacio donde las ideas y colores puedan diferir del de la mayoría, sin que eso signifique que debo ser excluido, execrado. ¿Pero y si hay más gente como yo? ¿Y si no soy el único? ¿Y si no existe tal mayoría? En todo caso, ¿mayoría en qué? ¿Existe en este mundo una corriente de pensamiento sólida que aglutine la totalidad de las posibilidades y que agote la diversidad y pueda erigirse en una realidad autocontenida? ¿Es tu partido esa realidad? ¿Es esa entelequia? Y me refiero a cualquier partido. Porque más allá de los discursos, ¿sobre cuáles temas hemos hablado realmente? ¿Qué hay de temas tan actuales y tan de fondo como el aborto, de la separación Estado-Iglesia, de la homosexualidad, del papel de la familia, de las responsabilidades de los padres, de la producción, de qué producir, de qué estudiar; hablamos del futuro, de qué futuro? ¿Hablamos de violencia, hablamos de armas, hablamos de armamentismo, hablamos de igualdad? ¿Tiene tu partido todas las respuestas? Más aún, ¿esas respuestas te representan o simplemente te limitas a respaldarlas porque no tienes otra opinión que la opinión de tu partido? Algo que no puedo dejar pasar llegado a este punto, es que siento que mis amigos chavistas no se dan cuenta de cuán injustas son algunas de sus propuestas para gente como yo, su amigo. No soy un traidor, trabajo mucho, no exploto a nadie ni soy una carga para la sociedad, no pido prestado al Estado, ni ocupo sus hospitales ni centros de asistencia y trato de ayudar a quienes puedo. ¿Por qué entonces en la Venezuela de mis amigos chavistas yo no tengo lugar? ¿Por qué no pienso igual que ellos? Yo no soy liberal ni de derecha, si con alguna corriente me identifico es con el anarquismo; la misma de Noam Chomsky, uno de los autores favoritos del presidente Chávez. ¿Por qué entonces es tan difícil para mis amigos darse cuenta de que poner en la Constitución ciertos principios anula mi derecho, nuestros derechos, el derecho de todos, a contribuir con ideas para tener algún día un mejor país? Si no puedo lograr que estos amigos me entiendan ¿cómo puedo tener la esperanza de convencer a los demás? ¿Son tan malos mis principios? ¿Realmente carecen de tanto valor que la República los desecha expresamente en su Carta Magna? Y no hablo de menudencias. Hablo de un tipo de país donde se invierta menos en armamento y más en educación. Los 45 mil millones de dólares en contratos para nuevo armamento creo que pueden sernos útiles por estos días. Hablo de un país con menos admiración por la cosa militar, francamente no entiendo un pensamiento pacifista “pero armado”. Hablo de un país que no dependa de la seguridad que les provee la visión de un líder, sino de la riqueza de su gente; un país en el que cualquiera puede ser presidente y la patria duerme tranquila porque sabe que todos compartimos el valor más importante como es el respeto a la opinión de los demás. Por cierto, hablemos de riqueza. ¿Cuál es la riqueza de nuestro país? ¿Somos ricos? Si hoy te preguntara, ¿cuán rico somos, qué responderías? ¿Qué hubieras respondido hace 9 meses con el barril de petróleo a 120 dólares? Chávez llegó a calcular que llegaría a 200, íbamos a ser muy ricos entonces. Hoy estamos vendiendo nuestra mayor riqueza natural a 32 dólares el barril. ¿Estamos regalando nuestra riqueza? ¿Éramos ricos? ¿Ahora qué somos? ¿Acaso ahora somos pobres? Yo tengo una respuesta muy personal a estas preguntas. Sí la verdadera riqueza de un país es su gente, su intelecto, su preparación, sus capacidades, ¿cómo puede ser rico un país donde sólo un hombre tiene la capacidad para guiarlo? ¿Qué somos los demás?, ¿en qué nos convertimos? ¿Qué son los chavistas? ¿Qué opinión tiene su líder de sus capacidades? ¿Comparten ustedes realmente una visión de país? ¿Es la persona de Chávez el que los mantiene unidos? ¿Sólo él los puede guiar? ¿Por qué? ¿Porque habla bien? ¿Por qué es el más arrecho? Ustedes saben, queridos amigos chavistas, que responder estas preguntas es difícil porque no existe justificación para que solamente un hombre guíe el destino de un país de manera indefinida porque entonces eso significaría que aceptan que la visión de ese hombre, líder, único, indiscutible, que todo lo sabe, es superior a ustedes y a todos los venezolanos. En todo caso, supongamos que esto fuera así. Que es necesario este hombre; si es así, entonces tendríamos que llegar a la conclusión que siempre hemos sido, somos y seremos un país miserable. Una nación habitada por ineptos incapaces de encontrar un destino a menos que contemos con la guía de un iluminado, de un líder con botas que nos lleve a puntapiés y a regañadientes hacia el futuro. La verdad es que este tipo de revolución me causa una profunda tristeza. Prefiero mil veces mi utopía.

Pero ¿es acaso mi idea de país más utópica que la tuya? ¿Acaso no estamos todos aquí para eso, para hacer utopías? Todos los días la realidad no sólo nos abofetea, sino que nos escupe en la cara. Tenemos más de 2000 muertes violentas al año en Caracas. Dos mil y más de 14 mil en todo el país. Esa es una guerra, una guerra contra nuestra utopía, al menos una guerra en contra de mi utopía. Hablo de un país donde el presidente provea de un Estado con igualdad de oportunidades. ¿Es tan injusto mi ideal de país entonces? ¿Qué tiene de malo? ¿Cuáles son las objeciones? ¿Qué no es una Solentiname? ¿Es acaso qué no me llamo Ernesto Cardenal? ¿Qué no llamo a mi vecino camarada? ¿Qué no me llamo a mi mismo revolucionario? y al final de cuentas ¿qué es ser revolucionario? Ser Revolucionario. ¿No debería ser ese un título que te asigne la historia, cuando al menos se demuestre que realmente generaste una re-evolución, cuando se compruebe un cambio esencial en el estado de las cosas? ¿Puedes ser revolucionario sin haber generado un estado de creatividad en toda la sociedad? ¿Qué es lo nuevo que se está creando en esta revolución? ¿Basta con cambiar los nombres? ¿Basta con quitar a unos ricos y poner a unos nuevos ricos? Para comenzar ¿no sería una revolución acabar con la corrupción o eso sí lo dejamos para la utopía? Quiero decir que en mi tipo de revolución, en mi ideal de nación, de país, de república, no puedo sentir orgullo de aquello que puedo salir a comprar con los dólares de la renta petrolera. Simplemente porque es la negación de mi utopía. De nada sirven los puentes, las casas, los satélites, la ilusión del barrio a dentro para los pobres mientras los gobernantes van a las clínicas del este, de nada sirve el mismo pan si existe un hombre que pueda levantarse y decir que no se siente respaldado por las leyes de la República para la consecución de sus ideales. Eso sí sería una revolución y para variar algo nuevo en la historia de la humanidad. ¿Qué tiene de revolucionario que una mayoría aplaste los derechos de aunque sea un ciudadano? Toda la historia está llena de ese tipo de revoluciones. De iluminados que se dejan llevar por una necesidad histórica de cambio de sus sociedades y terminan creyendo que tienen la razón en todo ¿Acaso eso es nuevo? ¿No deberíamos estar cansados ya todos de que la historia se repita una y otra vez, sin dejarnos ningún aprendizaje? Tanto respeto merece el pensamiento de las derechas como el pensamiento de las izquierdas (y hago uso del plural a conciencia). El mundo que aguarda va a requerir que echemos mano de todo el pensamiento y la flexibilidad que nuestro intelecto nos haga capaces. Por todo lo anterior amigos chavistas y no chavistas, no entiendo el estado actual de las cosas. Sin embargo sé que... Yo tengo el derecho, intrínseco a mi condición de ser humano, de poder luchar por el tipo de país que deseo sin que ninguna mayoría transitoria limite ese derecho por ley. Es ésta simple idea de 30 palabras la que ustedes no logran comprender. Si el comunismo, el socialismo, el capitalismo, el liberalismo y tantos otros “ismos” pueden ser llamados ideologías, entonces no pueden ser impuestas por ley. ¿Por qué? Simplemente porque son ideas y no es ético imponer ideas, mucho menos hacerlo por ley. Yo me pregunto ¿Cómo pueden llamarse humanista y negar esta verdad tan básica y simple del pensamiento. Si debemos aceptar que son las mayorías las que imponen su voluntad a una nación, debemos ser intransigentes al menos en que no puede esa mayoría declararlo ley. Podemos legislar sobre el asesinato, el robo o infinidad de conceptos sobre los que sí estamos de acuerdo, pero no sobre ideas que no cuentan con el consenso de la sociedad. No puede un país ser definido ni atado ideológicamente por fuerza de ley. No puede un hombre erigirse como el guía supremo ni de un país ni de esa ideología. Es por eso queridos amigos que respaldan el proceso revolucionario del presidente Chávez que les pido mediten la decisión que están por tomar.

Ustedes tienen la misma responsabilidad de velar por mis derechos como mía es la responsabilidad de velar por los suyos. Para finalizar, debo decir que siento una profunda tristeza al pensar que si algún día “uno de los míos” llegara a plantear una reelección indefinida e intentara con ello pasar por encima de los derechos de mis adversarios, yo sería el primero en levantar barricadas para impedirlo. Mi tristeza es entonces mayor porque sé que ni siquiera con estas palabras mis adversarios, y algunos amigos, se darán cuenta de cuánto estaría yo dispuesto a luchar por su libertad. Declaro entonces tener esta utopía. Fernando Andrade.